miércoles, 11 de noviembre de 2015

La aspirina, el amor, la anarquía.

Ya he comprendido la anarquía de tus ojos agrietados y ese hedonismo que se desborda, amor, por tus fauces. Pero se me atragantan tus palabras como el tráfico de los pasillos de hospital, y me da igual cuánto gritara la rubia, siempre que no me hagas llorar cuando te vayas.
Que me dan igual tus excusas secuenciadas, reiterativas, pero no pretendas rezarme ninguna otra de aquellas noches perdidas de jazz, de blues y de todo mi caos contenido. Que tu felicidad densa, blanca e inhalada no me engañe a mí como ya engaña a tus pupilas.

Ya he comprendido la ley de piel de lobo, que es calcada del resto del rebaño, y cómo te gusta pensar que tus manos han sufrido más que las mías. Amor... No, amor. Puede que nuestros intereses, al fin y al cabo, no difieran tanto: café soluble, caricias efervescentes. Amor industrial y cigarrillos de liar.
¡Que me da igual cuánto ni cuándo ni dónde te bese la rubia! Y se me atragantan tus palabras, y el whiskey, la aspirina, el amor, la anarquía...
¡Que me dan igual tus ojos!
Que me dan igual tus ojos, amor.
Que me dan igual.