viernes, 22 de agosto de 2014

Complejo de heroína.

Ella observaba cada detalle. Paseaba lento la mirada por una habitación que parecía haber perdido el poco sentido que alguna vez logró tener. Cada rincón se convertía en una pesadilla, y las pesadillas no son más que recuerdos.
Los síntomas de aquel perfecto síndrome de abstinencia se hacían cada vez más evidentes, pero jamás aceptaría ni confesaría aquella dependencia. Sangre, amor. Heroína. 
Las sábanas quemaban su piel, que había dejado de ser suave, por la ventana se deslizaba el invierno nacido en agosto. Wye Oak seguía sonando. La luz huía. El espejo susurraba. Sus ojos esquivaban cicatrices.
Ella siempre había buscado soledad, calma, amaneceres sin dueño, cartas sin remitente, relatos sin firma. 
La necesidad era evidente, pero hacía mucho que su único salvavidas se había ido. El único capaz de no permitir que se hundiera en sus gotas de agua. Pero hacía demasiado que se había ido.



No hay comentarios:

Publicar un comentario